Especialistas consideran que se puede llegar a conseguir un ahorro del 70% respecto de la calefacción convencional. Lo que conspira contra una transición masiva hacia las nuevas tecnologías pasa por el precio.
La eficiencia energética tiene una vinculación directa con el tiempo de uso y la potencia de los equipos, por lo que la incorporación de nuevas tecnologías que reduzcan el consumo es un elemento central en la ecuación.
Con distintos grados de avance, en muchos países se están adoptando dos adelantos que se perfilan para ser protagonistas principales en el escenario energético de los próximos años: la tecnología Inverter y las bombas de calor.
Creada en Japón hace cuatro décadas, la tecnología Inverter ya es utilizada en la Argentina en los aires acondicionados de última generación y en algunos países también se la emplea en otros electrodomésticos, como lavarropas, heladeras y freezers.
Con Inverter, “el equipo tiene un estado de funcionamiento continuo, siempre está encendido y modula su potencia de manera que al final del día la energía consumida es menor”, explicó a Télam Manuel Pérez Larraburu, jefe de Producto en Energía y responsable de Desarrollo de Negocios de BGH Eco Smart.
De esa forma, añadió, “la sumatoria de energía es menor en el balance y la calidad de climatización es mejor, con una reducción 30% promedio en el consumo respecto de un aire acondicionado tradicional”.
Si bien se está en el marco de un proceso de reconversión de la matriz instalada, Pérez Larraburu remarcó que “se siguen vendiendo los aires acondicionados convencionales, de tecnología ‘On/off'”.
En el total del parque de aires acondicionados de la Argentina, la participación de los elaborados con tecnología Inverter no llega al 35%, aunque con tendencia a una mayor participación.
Como suele ocurrir en la mayoría de los casos, lo que conspira contra una transición masiva hacia las nuevas tecnologías pasa por el precio, al punto que se estima que un aire acondicionado Inverter puede costar hasta un 65% más que uno convencional.
La bomba de calor es un aparato que transporta energía térmica de un ambiente a otro, con un COP (Coeficiente de Rendimiento o Performance) equivalente a 4 y 5 veces la potencia consumida, una proporción muy superior a la de un termotanque, en el que la compresión es menor a 1.
La tecnología es aplicable a toda clase de consumidor, aunque se presenta como una opción destacada en aquellas zonas del país en las que no hay red de gas natural y, en consecuencia, se recurre a la calefacción eléctrica.
Los problemas que surgieron en los países de la Unión Europea a partir del conflicto bélico ruso-ucraniano y las disputas que se mantienen por estos días con el gobierno de Vladimir Putin respecto al abastecimiento de gas natural al oeste del viejo continente, colocaron a la bomba de tiempo en los primeros lugares de la agenda de eficiencia energética.
Las estimaciones de ahorro son variadas y sujetas al nivel de una tecnología que no está difundida en el país, pero especialistas de diferentes países consideran que se puede llegar a conseguir un ahorro del 70% respecto de la calefacción convencional.
Asimismo, existe la posibilidad de ser alimentada por energías renovables, contribuyéndose de esa forma a la reducción de emisiones de dióxido de carbono.